Homilía de Juan Pablo II en la Misa de Clausura de la JMJ 2002

«Ustedes son la sal de la tierra!
Ustedes son la luz del mundo!» (Mt 5:13-14)

Queridos jóvenes de la XVII Jornada Mundial de la Juventud,
Queridos hermanos y hermanas,

1.En una colina cerca del lago de Galilea, los discípulos de Jesús escucharon su voz gentil y urgente; como gentil era el paisaje de Galilea y urgente como un llamado para elegir entre la vida y la muerte, entre la verdad y la falsedad. El Señor pronunció palabras de vida que resonarán para siempre en los corazones de sus seguidores.

Hoy les pronuncia las mismas palabras a ustedes, jóvenes de Toronto y Ontario, de todo Canadá, de los Estados Unidos, del Caribe, de la América de habla hispana, de la América de habla portuguesa, de Europa, de África, Asia y Oceanía. ¡Escuchen la voz de Jesús en la profundidad de sus corazones! Sus palabras les dicen quiénes son como cristianos. Les dicen lo que deben hacer para permanecer en su amor.

2. Pero Jesús les ofrece una cosa, y el «espíritu del mundo» les ofrece otra. En la lectura de hoy de la Carta de los Efesios, San Pablo nos dice que Jesús nos guía de las tinieblas hacia la luz (cf. Ef 5:8). Tal vez el gran apóstol está pensando en la luz que lo cegó, cuando perseguía cristianos en su camino a Damasco. Cuando recuperó la vista, nada fue como antes. Nació de Nuevo y nada pudo quitarle su Nuevo gozo.

Ustedes también están llamados a ser transformados. «Despierta tú que duermes y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo» (Eph 5:14), dice San Pablo.

El «espíritu del mundo» ofrece muchas ilusiones falsas y parodias de felicidad. Tal vez no hay oscuridad más profunda que la oscuridad que ingresa a las almas de la gente joven cuando los falsos profetas extinguen en ellos la luz de la fe, la esperanza, y el amor. La mayor decepción y la fuente más profunda de infelicidad, es la ilusión de encontrar la vida excluyendo a Dios, de encontrar la libertad excluyendo las verdades morales y la responsabilidad personal.

3. El Señor los está llamando a escoger entre estas dos voces que compiten por sus almas. Esa decisión es la sustancia y el reto de la Jornada Mundial de la Juventud. ¿Por qué han venido de todas partes del mundo? Para decir en sus corazones: «Señor, ¿donde quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna » (Jn 6:68). Jesús -al amigo íntimo de todo joven- tiene las palabras de vida.

El mundo que están heredando es un mundo que necesita desesperadamente un nuevo sentido de fraternidad y solidaridad humana. Es un mundo que necesita ser tocado y reconciliado por la belleza y riqueza del amor de Dios. Necesita testigos de ese amor. Los necesita a ustedes para que sean sal de la tierra y luz del mundo.

4. La sal se usa para conservar y mantener sanos los alimentos. Como apóstoles del tercer milenio os corresponde a vosotros conservar y mantener viva la conciencia de la presencia de Jesucristo, nuestro Salvador, de modo especial en la celebración de la Eucaristía, memorial de su muerte redentora y de su gloriosa resurrección. Debéis mantener vivo el recuerdo de las palabras de vidas que pronunció, de las espléndidas obras de misericordia y de bondad que realizó. ¡Debéis constantemente recordar al mundo que «el Evangelio es fuerza de Dios que salva» (Rm 1,16)!

La sal condimenta y da sabor a la comida. Siguiendo a Cristo, debéis cambiar y mejorar el «sabor» de la historia humana. Con vuestra fe, esperanza y amor, con vuestra inteligencia, fortaleza y perseverancia, debéis humanizar el mundo en que vivimos. El modo para alcanzarlo lo indicaba ya el Profeta Isaías en la primera lectura de hoy: «Suelta las cadenas injustas… parte tu pan con el hambriento… Cuando destierres de ti el gesto amenazador y la maledicencia… brillará tu luz en las tinieblas» (Is 58, 6-10).

5. Aún una llama pequeña vence la dureza de la noche. Cuánta más luz harán ustedes, todos juntos, si son uno en la comunión de la Iglesia! Si aman a Jesús, aman a la Iglesia! No se desalienten por los pecados y errores de algunos de sus miembros. El daño hecho por algunos sacerdotes y religiosos a los jóvenes y vulnerables nos llena con un profundo sentimiento de tristeza y vergüenza. Pero piensen en la vasta mayoría de sacerdotes dedicados y generosos cuyo único deseo es servir y hacer el bien! Hay muchos sacerdotes, seminaristas y consagrados aquí hoy; acérquense a ellos y apóyenlos! Y si, en lo profundo de sus corazones, sienten el mismo llamado al sacerdocio o la vida consagrada, no teman seguir a Cristo en el noble camino de la Cruz! En los momentos difíciles de la vida de la Iglesia, la búsqueda de la santidad se hace cada vez más urgente. Y la santidad no es una cuestión de edad; es un asunto de vivir en el Espíritu Santo, así como lo hicieron Kateri Tekakwitha y tantos otros jóvenes.

Ustedes son jóvenes, y el Papa es Viejo y está un poco cansado. Pero se sigue identificando totalmente con sus esperanzas y aspiraciones. Aunque yo he vivido a través de mucha oscuridad, bajo la hostilidad de los regímenes totalitarios, he visto suficiente evidencias para convencerme de que no hay dificultad, ni termo tan grande como para sofocar completamente la esperanza que siempre brota en los corazones de los jóvenes.

No permitan que esa esperanza muera! Afinquen sus vidas en ella! No somos la suma de nuestras debilidades y fallas, somos la suma del amor del Padre por nosotros y nuestra capacidad real de convertirnos en la imagen de su Hijo.

6. O Señor Jesucristo,
mantén a estos jóvenes en tu amor.
Hazlos escuchar tu voz
Y creer en lo que tú dices,
Tú solo tienes palabras de vida.
Enséñales a profesar su fe,
bestow their love,
y dar esperanza a los demás.
Haz de ellos testigos convincentes de tu Evangelio
en un mundo tan necesitado
de su gracia salvífica.
Haz de ellos el nuevo pueblo de las Bienaventuranzas,
que sean sal de la tierra y luz del mundo
al inicio del tercer Milenio Cristiano!
María, Madre de la Iglesia, protege y guía a
estos hombres y mujeres jóvenes
del siglo XXI.
Mantenlos cerca de tu corazón maternal.
Amén.

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