Hablamos de impuestos en el Camino de Santiago. Últimamente vemos que las ciudades que tienen gran afluencia personas de visita. ¿Las razones? Turismo, cultura, eventos, peregrinajes, etc.
Los organismos oficiales tienen la tentación de cobrar impuestos a estas personas como medio aumentar sus ingresos. Se hace con la excusa de poder atender los servicios que demandan estos, olvidándose que este aumento de visitantes también activa la economía local. Además de que también aumentan sus ingresos por medio de los impuestos a esta actividades.
En esta dinámica están gran número de ciudades italianas, Barcelona, etc. Por eso no es de extrañar que este tipo de debate también se haya suscitado en algunas localidades del Camino de Santiago. Aunque parece que por ahora no haya tenido mucho éxito. Es interesante diferenciar al turismo del peregrinaje. El peregrinar no debe entenderse como un turismo cultural barato y respetuoso con el medio ambiente. El peregrinaje obedece a un sentimiento que trasciende al espíritu del ser humano. Bien sea visitando un lugar religioso o realizando una travesía. Un viaje que entraña una dificultad o promesa, y en donde existe un trasfondo espiritual.
El debate de cobrar a los peregrinos ya es viejo. Desde la edad media había pueblos, monasterios, comarcas y otro tipo de administraciones que cobraban a los peregrinos por entrar en un reino, pasar un puente, entrar a una ciudad, etc. Eran los llamados “Portazgos”. Estos no eran otra cosa que peajes que se imponían por transportar mercancías y transito de mercaderes o viajeros. Los peregrinos estaban exentos. Pero en no en pocos lugares se saltaban esta exención y se obligaba al peregrino a no entrar en ese lugar o a cambiar el itinerario. De este hecho hay varios ejemplos de modificación de la ruta del Camino.
El Códice Calixtino nos habla de varios lugares. Desde el sur de Francia, pasando por los reinos de Navarra o Aragón, en donde se hace caso omiso a la exención de los peregrinos y se les aplica la tarifa del portazgo.