Ver, conocer, experimentar… y terminar los pasos en la tumba del Apóstol. Esa es la meta que nos marcamos cuando comenzamos el Camino de Santiago. No es labor sencilla, son muchos kilómetros, con calor, frío, agua, peso… Por eso es necesario estar preparado y, sobre todo, cuidarse durante la peregrinación.
Los pies son nuestra principal herramienta para llegar hasta Santiago. Hay que estar muy pendiente de ellos, cuidarlos y protegerlos, ya que soportan nuestro peso y, metro a metro, sufren pequeños castigos. Limpiarlos correctamente, secarlos e hidratarlos con cremas nutritivas, así como realizar unos buenos estiramientos, es fundamental después de cada etapa si queremos que nuestros pasos nos lleven hasta el final.
Pero el Camino no solamente es andar siguiendo las flechas. Recorrer y conocer algunas de las localidades por las que se pasa también es bonito y llena nuestro recuerdo de bellas estampas. Para que los pies nos permitan ampliar el camino, es bueno emplear cremas balsámicas o geles fríos para reconfortar nuestros pies y poder seguir paseando una vez concluida la etapa.
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