Me encontraba en uno de esos albergues que forman parte de la historia del camino. Era de los primeros que se habían construido y se mantenía la tradición para la que fue creado de dar acogida a los peregrinos, llegaba a confundirse en los tiempos desde cuando se ofrecía allí hospitalidad a quienes iban recorriendo el Camino de Santiago.
Era un viejo caserón de piedra de tres plantas. En su construcción solo se había utilizado la piedra y las maderas de roble y encina. Presentaba un aspecto muy sólido y en cada una de las estancias que te encontrabas podías aspirar esa fragancia que ofrece lo añejo.
Las diferentes generaciones que habían estado encargadas de su custodia habían realizado las reformas necesarias para que no se viniera abajo, pero siempre manteniendo esa estructura original en la que fue levantado.
Todo en el daba la sensación de amplitud, ninguna de las estancias te llegaba a resultar pequeña ya que al parecer cuando fue construido tenía que acoger cada día a numerosos peregrinos. Todavía conservaba parte de las cuadras que en otro tiempo muy lejano acogieron a los animales con los que algunos peregrinos de más recursos se desplazaban en su peregrinación, aunque estas quizá era el lugar que más modificaciones había experimentado ya que estaban infrautilizadas porque ese tipo de desplazamiento había caído en desuso, en su lugar se habilitaron una serie de servicios de limpieza y uno de los espacios se utilizaba para guardar las bicicletas que algunos peregrinos cada vez más numerosos utilizaban como medio de desplazamiento. Pero la estructura seguía siendo la misma, incluso se conservaban los pesebres de piedra en los que antes se daba de comer a los animales.
Tardé varios días en habituarme a aquella gran casa, eran tantas las estancias que tenía que hasta que fui conociéndolas todas, debieron pasar al menos dos días, me imagino que a los demás hospitaleros que iban allí por primera vez les ocurriría lo mismo.
Con el resurgir que estaba nuevamente experimentando el camino, cada vez era mayor el número de peregrinos a los que ofrecíamos acogida y algunas estancias que durante años habían permanecido clausuradas, cada temporada se intentaba habilitar una nueva para acoger al número creciente de peregrinos que llegaban cada año.
Diariamente solíamos tener una media de unas cien personas, era uno de los mayores albergues que había en todo el camino y el hermoso pueblo en el que se encontraba hacía que muchos peregrinos lo pusieran como punto final de su jornada antes de comenzar su camino, de esa forma podían saborear este añejo lugar donde querían empaparse con su historia de aquel emblemático albergue y cuando hubieran descansado no dejaban pasar la ocasión de visitar el pueblo en el que se encontraba ya que era uno de los que más tradición peregrina había sabido conservar con el paso de los años y por que no, también de los siglos.
De todos los peregrinos que llegaban cada día apenas podía retener las caras de más de dos docenas, ya que la mayoría se confundían en mi mente y algunos eran recibidos por otros hospitaleros que se encontraban también realizando su labor en aquel lugar.
Los hospitaleros que estábamos encargados de recibir a los peregrinos nos habíamos distribuido las tareas del albergue una vez que los peregrinos abandonaban el albergue para comenzar su nueva jornada y no quedaba nadie en el albergue.
Estábamos seis hospitaleros y sorteamos las tres plantas en las que había que hacer la limpieza, dos se encargarían de cada planta. Me tocó unto a otro hospitalero mayor que yo, hacer la segunda planta. Acordamos que la parte más ingrata que era la limpieza de los baños la haría cada semana uno y el otro comenzaba por los cuartos y seguiríamos avanzando en dirección hacia donde el otro se encontraba y cuando nos juntáramos daríamos por finalizada la limpieza.
La tercera noche que pasé en el albergue, me desperté un tanto sobresaltado, no había conseguido dormir bien y me dolía todo el cuerpo, lo achaqué a algo que me había sentado mal en la cena o a que todavía no acababa de acostumbrarme a aquellos colchones que estaban en las literas que con el paso del tiempo iban perdiendo toda la consistencia que un día tuvieron.
Mientras desayunábamos, uno de los hospitaleros se dio cuenta de mi estado ya que no me veía muy buena cara y me lo comentó, yo le respondí que no había dormido muy bien y no le dimos más importancia ya que eso era algo frecuente y nos solía ocurrir a la mayoría cuando cambiábamos la cama en la que estábamos acostumbrados a dormir a diario por las a veces destartaladas literas de los albergues.
Mientras tomaba una taza de café caliente que consiguió no solo reanimarme sino que también me despertó, fue viniendo a mi mente la imagen de una peregrina, era una bonita joven que no recordaba haberla visto anteriormente entre los que se encontraban alojados. La imagen se iba haciendo cada vez más nítida y me fui dando cuenta que era fruto de un sueño que había tenido durante toda la noche, eso era lo que no me había permitido dormir bien. Aquella visión se había emplazado en mi mente y no podía quitármela ya que cuando trataba de pensar en otra cosa volvía cada vez con más claridad.
Pensé que debía tratarse de alguna de las peregrinas que ese día se habían alojado en el albergue, pero yo no la recordaba. Miré en el amplio comedor y tampoco estaba entre los peregrinos que se disponían a salir, pero no cabía duda tenía que ser alguien que se encontraba en el albergue. Me iría hasta la puerta por la que abandonaban el albergue y me sentaría a fumar un cigarrillo y así saldría de dudas, cuando la viera, enseguida la reconocería.
Fui despidiendo a todos los peregrinos que se disponían a iniciar una nueva jornada de su camino, pero la peregrina no aparecía. Cuando ya cesaron de salir peregrinos y llegaba la hora de comenzar la limpieza, fui recorriendo todas las estancias del albergue para ver si se había quedado rezagada, pero de la escasa docena de peregrinos que aún no habían abandonado el lugar, ninguna era la peregrina que no conseguía apartar de mi imaginación.
Pensé que seguramente había sido una de las primeras que abandonaran el albergue, antes incluso de que nosotros bajáramos a desayunar ya que hay algunos peregrinos que madrugan mucho para evitar las horas más calurosas del día y traté de olvidarme de ella, quizá cuando comenzara a trabajar, otras cosas conseguirían desplazarla de mi mente.
Mi compañero seguía viéndome mala cara y me dijo que si lo deseaba me acostara un rato y el iba haciendo la limpieza, pero yo necesitaba tener ocupada mi mente con algo y cogí las cosas de la limpieza y me fui a los baños para comenzar como hacia cada día.
Fui rociando todos los espejos colocados encima de los lavabos con un spray que iba arrancando la suciedad que se había acumulado en ellos a lo largo del día y cuando le había pasado a los seis espejos este liquido milagroso, con una bayeta iba frotándolos hasta que quedaban completamente limpios.
Cuando me disponía a pasar la bayeta al tercer espejo, nada más quitar una franja del líquido que estaba extendido y lo empañaba con cientos de pequeñas gotitas y la suciedad que las gotas iban arrastrando en su deslizamiento, la imagen de la peregrina que seguía en mi imaginación se vio reflejada en el espejo. La imagen procedía de una de las duchas que estaban frente al espejo, no se había marchado todavía. Traté de apartar mi vista del espejo y de forma inconsciente dije:
-¡Perdón!, creía que ya no quedaba nadie, que se habían marchado todos los peregrinos.
Me debí extrañar no recibir ninguna respuesta por lo que volví a mirar al espejo y la imagen había desaparecido. Descorrí la cortina de la ducha y allí no había nadie. Fui mirando una por una las duchas y los baños y no había nadie, me encontraba completamente solo.
Pensé que había sufrido una alucinación, aquella imagen de mi mente que no conseguía apartar me estaba jugando una mala pasada. Era la primera vez que me ocurría algo así y me preocupó. Traté de buscar alguna explicación, pero solo se me ocurría que era producto del cansancio. Cuando terminara de hacer la limpieza me acostaría un rato hasta que comenzaran de nuevo a llegar los peregrinos y seguro que se me pasaba.
Le dije a mis compañeros que no me encontraba muy bien y en lugar de esa mañana dar un paseo por el pueblo o mantener una tertulia con ellos en el jardín como habíamos hecho algún día, prefería ir al cuarto a ver si descansaba un poco.
No conseguía quedarme dormido, o quizá era que no lo deseaba ya que estaba comenzando a sentir miedo de aquella visión y de la imagen que no conseguía apartar de mi mente por lo que decidí levantarme y bajar hasta el patio, allí el aire fresco, el buen día que hacía y sobre todo la conversación de mis compañeros y las bromas que uno de ellos solía hacer con frecuencia lograrían que me fuera olvidando de este sueño que comenzaba a no resultarme nada agradable.
Cuando salí del cuarto en el que me encontraba, al final del largo pasillo vi solo un instante de espaldas a la peregrina que se apresuraba a bajar por las escaleras. Corrí hacia aquel lugar pero no pude ver a nadie, aquello no podía estar pasándome, ya comenzaba a sentir miedo, no quería estar solo, lo mejor era ir cuanto antes con mis compañeros para sentirme protegido con su compañía y ver si esta pesadilla desaparecía de una vez.
Durante todo el día la imagen no se alejó de mi cabeza, pensé varias veces poner cualquier disculpa y abandonar aquel lugar en el que comenzaba a sentirme un poco angustiado, era una opción que cuanto más pensaba en ella más convencido estaba de hacerla. Había ido allí a disfrutar con la llegada y la presencia de peregrinos, pero aquel contratiempo trastocaba todos los planes que me había formadoo antes de ir a aquel lugar.
Esa noche, le pedí a mi compañero que me dejara estar un buen rato con la luz encendida ya que deseaba leer al menos un par de horas. El tenía un sueño fácil y muy profundo y me dijo que no le importaba ya que en el momento que notaba el contacto de la almohada bajo su cabeza se quedaba dormido y no se despertaba hasta que la alarma del móvil le avisaba que tenía que levantarse para comenzar una nueva jornada.
En realidad lo que yo pretendía era no dormir y si acaso el sueño acaba venciéndome que al menos en el cuarto hubiera una claridad suficiente para descartar cualquier pesadilla que suele hacer acto de presencia en la oscuridad y en el sueño.
Busqué uno de los libros que más me interesaba leer, seguro que la amena lectura me mantendría entretenido y la noche me resultaría más corta, también puse en el mini disc los auriculares y seleccione una de las mejores selecciones de música variada que tenía para que el sonido no me hiciera sentir que me encontraba solo.
Supongo que debido al cansancio que tenía, cuando llevaba tres o cuatro horas leyendo, fui dando algunas cabezadas y cuando me desperté de una de ellas, allí en el extremo del cuarto se encontraba de nuevo la peregrina. Supongo que el susto que me dio no se pudo de ninguna manera ocultar, ya que sentí como una fuerte corriente eléctrica atravesó en un instante mi columna vertebral y el vello de todo mi cuerpo se erizó como si hubieran puesto cerca de el un campo magnético.
La peregrina al darse cuenta del estado de excitación en el que me encontraba sonrió como antes no había visto sonreír a nadie, por un momento me dio la sensación de que me encontraba ante un ángel ya que su rostro parecía emanar una bondad y una sensación de paz que consiguió que todo el miedo que hasta ese momento tenía, fuera desapareciendo.
-¿Quién eres, que es lo que quieres? – balbucee de una forma un tanto atropellada.
Pero la peregrina seguía allí en la misma postura, apenas movió un solo músculo y mantuvo aquella sonrisa que seguía transmitiendo una sensación de paz muy especial.
No se cuantas cosas más pude decir o quizá gritar en aquellos momentos de angustia ya que mi mente se estaba nublando por momentos, pero debí hacer alguna exclamación en un tono superior al normal ya que mi compañero se despertó.
-¿Qué es los que me estás diciendo? – preguntó aún medio dormido.
-¡Has visto! – le dije señalando en la dirección que se encontraba la peregrina, pero cuando volví a mirar hacia donde la había visto ya había desaparecido.
-¿Qué si he visto que? – volvió a preguntar con los ojos embotados por el sueño.
-Nada – respondí – me había parecido ver una sombra.
-Tú lo que necesitas es dormir – me dijo – y de paso dejar dormir a los demás.
-Perdona, pero es que me había parecido ver algo en la penumbra – le dije.
Imagino que estas últimas palabras ya no las escuchó porque que al apoyar de nuevo la cabeza en la almohada escuche como comenzaba a roncar.
Cuando llegó la hora de levantarnos, me miré al espejo y debo reconocer que me encontraba mas demacrado que nunca me había visto, aunque no estaba tan cansado como el día anterior. Fui hasta el cuarto de baño y me introduje bajo la ducha, de esa manera al menos los demás me verían fresco y no me harían preguntas que no sabría o quizás no quería responder.
Curiosamente los demás hospitaleros me dijeron que ese día me encontraban mucho mejor que el anterior, pensé que era una frase de cortesía, pero la verdad es que la sensación de angustia había comenzado a desaparecer y me encontraba bastante mejor, ya no pensaba volver a casa, solo quería ver de nuevo a la peregrina y tratar de saber por que motivo venían aquellas extrañas visiones que estaba teniendo.
Cuando terminamos de hacer la limpieza, decidí quedarme en el albergue en lugar de ir a visitar la catedral como tenían previsto hacer mis compañeros, ahora solo deseaba ver de nuevo a la extraña peregrina y tratar de averiguar por que solo se aparecía a mí, trate de imaginarme que nadie que pudiera mostrar aquella sonrisa con la que me obsequió por la noche, podía ser capaz de causar mal alguno.
Cuando todos se hubieron marchado y me quedé solo en el albergue, bueno solo esperaba que no, fui paseando con calma por cada una de las estancias para ver si en alguna de ellas la veía. De nuevo, cuando salí a uno de los pasillos, allí se encontraba. En esta ocasión creo que no me sorprendí, hice lo mismo que ella y la sonreí y al ver mi sonrisa, también ella me obsequió con la suya.
Se dio la media vuelta y comenzó a avanzar por el pasillo, en esta ocasión no corrí detrás de ella, me limité a dar pasos según lo hacia también ella, cuando se detenía y se daba la media vuelta para estar segura que la seguía, yo también me detenía, parecía que habíamos roto esa sorpresa que a los dos nos produjo la presencia del otro, sobre todo a mí.
Fuimos descendiendo del segundo piso por las escaleras, yo procuraba mantener una distancia prudencial entre ambos y cuando llegamos a la planta baja, fue a la zona en la que antiguamente se encontraban las cuadras. Allí en uno de los extremos había una pequeña puerta de madera semioculta que me pasó desapercibida la primera y única vez que estuve en aquel sitio. Justo en aquel lugar, delante de la puerta la visión se evaporó. Empuje con fuerza la puerta pero era muy sólida y apenas se movió, debía estar cerrada con una de esas cerraduras antiguas ya que la llave, por el orificio que tenía, se veía que era similar a las que abrían las viejas iglesias.
Permanecí en aquel lugar un buen rato, esperaba de nuevo la aparición de la peregrina pero fue en vano ya que no volvió en todo el día a aparecerse de nuevo.
Decidí ir a la casa de la persona que estaba al cargo de aquel albergue, se presentó el primer día que llegamos pero ya no le habíamos vuelto a ver. Nos dijo que ante cualquier problema que surgiera le llamáramos por teléfono o fuéramos a su casa o a su trabajo y estaba a nuestra disposición para lo que necesitáramos y no cabía duda de que me estaba enfrentando a un serio problema.
Cuando me vio a la puerta, se extrañó, ya que no debía ser frecuente para él recibir la visita de los hospitaleros en su casa.
-¿Ocurre algo? – me preguntó.
Yo no me atreví a decirle lo que me estaba pasando, no tenía la suficiente confianza con él y si era la primera persona que tenía aquellas apariciones o aquellos sueños iba a pensar que había perdido el juicio.
-Nada – le dije – todo va bien, es que esta mañana he visto la puerta que hay en uno de los extremos de las cuadras y me ha intrigado y me gustaría saber lo que hay dentro y si se puede ver.
-Eso era antes la bodega, hubo épocas que a los peregrinos también se les proporcionaba una ración de vino durante su estancia en el albergue y otra cuando se marchaban, pero eso era hace mucho tiempo. Disponíamos de viñas y allí se almacenaba el vino, pero por lo que tengo entendido, cuando hace cosa de cien años la filoxera acabó con casi todas las viñas, las que teníamos para el albergue no se volvieron a replantar ya que los peregrinos fueron disminuyendo de una forma considerable y había días que no llegaba nadie.
-¿Y hay alguna cosa en la bodega? – pregunté como si se me ocurriera en ese momento.
-Pues ahora se utiliza de trastero, como era muy grande, todas las cubas del vino y las vasijas se fueron apilando en un rincón y allí se van llevando las cosas que sobran en el albergue, muebles viejos que no queremos tirar, trastos y mil cosas más casi todas inservibles.
-¿Podría echarle un vistazo? Es que estoy escribiendo algunas cosas sobre la peregrinación que se hacía antes y puede ser que lo que vea me de alguna idea para escribir cosas diferentes – le dije.
-Bueno, te dejo la llave, pero no se como estará, te lo vas a encontrar todo patas arriba, yo hace años que no bajo y cuando alguno bajamos a dejar cosas estamos deseando subir. Tendrás que llevar alguna linterna o unas velas. Muchas veces he pensado tirar la mitad de las cosas y limpiarlo, pero nunca encuentro el día de empezar a hacerlo.
-Pues igual con lo que vea te doy una idea y te voy ayudando – le dije.
-Una vez que nos pongamos, nos va a llevar varios días y tengo que reunir a unas cuantas personas – respondió él.
Entró de nuevo al interior de la casa y volvió a salir al cabo de unos minutos, en sus manos traía una gran llave. Era como yo recordaba cuando de pequeño estaba de monaguillo y tenía que llevar la llave de la iglesia cuando el cura me enviaba a su casa a buscarla.
-Bueno, dejare todo como me lo encuentre y mañana le la traigo – le die.
-Ante todo ten cuidado dentro porque las cosas están puestas sin orden y no hace falta que me la traigas, la dejas en el albergue, en el primer cajón de la mesa y ya la recogeré yo porque me voy a marchar ahora y estaré una semana fuera.
¡Una semana! Pensé para mis adentros, aquello me daba tiempo suficiente para mirar con más detenimiento todo lo que había en la bodega ya que me daba la impresión que la peregrina me estaba sugiriendo que entrara allí para echar un vistazo.
Antes de volver al albergue, pasé por una ferretería y compré una docena de velas y una potente linterna que seguramente necesitaría para tener suficiente luz en la bodega y que no se me pasara nada por alto.
Ese día solicité a mis compañeros el primer turno para recibir a los peregrinos, solíamos turnarnos, aunque todos estábamos la mayor parte del tiempo en la sala de recepción ya que para nosotros resultaba un momento muy especial recibir a los peregrinos que llegaban cada día al albergue, en ocasiones casi nos peleábamos por estar registrándolos, por eso, cuando alguien desaparecía porque tenía algo que hacer o simplemente deseaba descansar, nadie le echaba en falta.
Como no sabía lo que me podía encontrar en la bodega, le dije a mi compañero de cuarto que iba a ir a echar un vistazo ya que me habían dicho que había libros viejos y quería mirarlos. Le mentí de una forma piadosa, sabía que él no iba a sentir curiosidad por acompañarme, pero le dije que no se lo comentara a nadie ya que otro de los hospitaleros era muy curioso y le gustaba fisgarlo todo y no deseaba que su presencia fuera a impedir la aparición de la peregrina o cuando menos que me dejara mirar tranquilo.
Cogí la pequeña mochila de paseo en la que había guardado todo lo que había comprado en la ferretería y me dirigí hacia las cuadras. Me aseguré primero que allí no había nadie que pudiera verme y cuando estuve seguro, introduje la llave en la cerradura y empuje con fuerza la puerta.
Ofreció algo de resistencia ya que la humedad la había dilatado por lo que tuve que poner el hombro para hacer más fuerza hasta que finalmente cedió. Sentí una fuerte sensación de aire retenido y sobre todo húmedo por lo que me aparté un rato para ver si de esa forma entraba algo de aire más puro que se mezclara con el viciado que había en el interior.
Cuando creí que ya había pasado suficiente tiempo, encendí la linterna y al principio me dio la sensación que el haz de luz era engullido por completo por la oscuridad que predominaba en aquel lugar.
Cerré la puerta aunque sin echar la llave, no sabía lo que me podía encontrar dentro y a lo mejor tenía que salir corriendo, también podía ocurrir algo y al menos mi compañero sabía donde podía buscarme y si cerraba la puerta con llave no podría entrar.
Según iba avanzando, cada cuatro o cinco metros, encendía una vela y la dejaba en algún lugar alto para que fuera iluminado el interior de aquel sitio tan siniestro y sobre todo oscuro.
Coloqué la docena de velas bien distribuidas en los más de cien metros que debía tener la bodega. Allí se encontraban los cimientos de la casa y eran de piedras calizas de un grosor mayor que las que se encontraban a la vista en la planta baja.
La bodega estaba dividida en dos partes perfectamente diferenciadas y cada una de ellas ocupaba aproximadamente la mitad de toda la planta baja. En la estancia de la izquierda, como me habían comentado, estaban apilados algunos cestos de mimbre que se debieron utilizar alguna vez para la vendimia, también había unos doce recipientes de barro en los que debían envejecer el vino, calculé que cada uno de ellos podía contener unos trescientos litros. Apilados en una de las paredes había más de una docena y media de toneles de madera que también eran de un volumen similar al de las vasijas. Sin ningún orden había varios tipos y tamaños de vasijas de barro que imaginé que se utilizaban para trasegar el vino, alguna de ellas se había caído al suelo y los pedazos se encontraban esparcidos. Me di cuenta de ello cuando al pisar lo hice sobre uno de estos trozos que lo convertí en añicos. También pude ver al menos cincuenta o sesenta calabazas de varios tamaños que estaban sujetas con cuerdas y colgaban del techo.
Lo que apenas encontré fueron recipientes fabricados de cristal, quizá dos o tres botellas antiguas que estaban junto a unos cuencos y unos vasos de arcilla dejados sin ningún orden.
Fui hacia la otra estancia y me encontré apilados algunos muebles y otros que se habían caído y tuve que volver a ordenarlos para dejar espacio por donde poder andar y no tropezar con ellos. En uno de los extremos de este cuarto había una serie de jergones que parecían muy antiguos y que estaban inutilizados ya que los muelles sobresalían en todas las direcciones y en lugar de haberlos tirado a la basura los habían ido acumulando en este lugar. También observé apilados al menos dos docenas de colchones que solo mirarlos daba la sensación de suciedad ya que la lana que había en su interior había absorbido toda la humedad y me imagino que ahora sería el refugio de cientos de diminutos insectos que por allí trataban de sobrevivir.
También sin ningún orden, había por todos los lados escobas, mantas, cubos y demás utensilios que algún día se utilizaron en la limpieza y cuando fueron reemplazados en lugar de acabar en el basurero local lo hicieron en el que podía denominarse el basurero del albergue que era lo que daba la impresión de ser aquello.
Había unos arcones de madera y hierro que guardaban lo que parecían ser ropajes y utensilios que utilizaban los peregrinos, vi también algunos bordones y con uno de ellos fui removiendo el contenido de uno de los arcones no solo por la suciedad que había sino por alguna aparición inesperada de algún bicho que hubiera fijado en aquel sitio su residencia.
Pensé que para hacer una limpieza en condiciones de aquel lugar además de un buen numero de personas, se necesitaba también un camión para que hiciera varios viajes hasta el vertedero local, así se lo pensaba decir al responsable del albergue ya que había muchas cosas que era imposible utilizar y aquellas a las que pudiera darse una utilidad, aunque solo fuera como un recuerdo, era necesario primero sacarlas de allí y darles una buena limpieza y acondicionar bien la bodega antes de volver a guardarlas en el interior.
Después de ir abriéndome paso entre toda la basura que allí había, dirigí la linterna hacia uno de los rincones de aquella segunda sala y vi un mueble de madera y una mesa. Aparté las cosas que me impedían llegar hasta donde se encontraban y fui abriendo los compartimentos del mueble. Vi que en el interior había números pergaminos antiguos, algunos libros y al menos treinta o cuarenta tacos de hojas en la que habían escrito a pluma diferentes cosas y luego habían sido cosidas. Seguro que allí estaba la historia de aquel lugar y estaban dejando que se perdiera ya que en un primer vistazo que eché por encima vi como la humedad había ido corriendo la tinta de las primeras páginas y estaban completamente emborronadas.
Fui cogiendo las velas que había puesto dispersas por toda la bodega y las que estaban en los lugares que ya no me interesaba ver las fui colocando alrededor del mueble y de la mesa para que pudieran alumbrar perfectamente, ya que la información que allí había me parecía que tenía que ser muy interesante.
Inconscientemente miré el reloj y vi que eran más de las siete, me había pasado cinco horas allí casi sin darme cuenta, pensé que mi compañero debía estar impaciente por mi ausencia y decidí volver, contaba con días suficientes para ver todo con la calma que requería.
Me dio la sensación de percibir el alivio de mi compañero al ver mi presencia. Antes que llegara donde se encontraban los demás vino a mi encuentro y cogiéndome del brazo me apartó al pasillo donde los demás no podían vernos.
-Me tenías preocupado, he estado a punto de ir a buscarte.
-Discúlpame – le dije – pero se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta.
-¿Qué es lo que has estado viendo?
-Mañana si quieres vienes conmigo y te lo enseño – le dije – la bodega es un basurero, pero he encontrado un armario en el que me da la impresión que hay cosas muy interesantes, allí se encuentra parte de la historia de este albergue.
-A mi no se me ha perdido nada allí, no quiero meterme en ningún lío – me respondió.
-Bueno, pues guárdame el secreto, bajare todos los días para ver lo que voy averiguando y luego te lo cuento. Cuando me toque el turno, lo vas haciendo por mí y cada noche te prometo que te invito a tomar un gin tonic mientras te voy diciendo lo que me voy encontrando.
-¿Y si los otros se dan cuenta de tus ausencias? – me preguntó.
-Estoy convencido que se te ocurre que tienes que decirles, imaginación no te falta, lo único acuérdate de contarme antes lo que les has dicho para que no nos pillen fuera de juego.
-No me gusta nada esto – me dijo – espero que no nos metamos en ningún fogón.
-Confía en mí y serás el primero en conocer todo lo que me vaya encontrando – le dije tratando de animarle.
Esa noche, además de poder dormir como no lo había podido hacer las anteriores descansé todo lo que necesitaba y aunque me desperté en varias ocasiones a lo largo de ella en ninguno de los momentos que estaba consciente pude ver la presencia de la peregrina, aunque algo me decía que se encontraba allí, no podía desaparecer así de repente.
A la mañana siguiente, cuando terminamos de hacer la limpieza del albergue, estuve un rato con los otros hospitaleros. Uno de ellos comentó que tenían pensado ir esa mañana a visitar la ciudad que se encontraba a unos cincuenta kilómetros. Yo les dije que prefería quedarme en el albergue y nadie puso ninguna objeción ya que de esa forma podían ir todos en un solo coche y si iba yo, teníamos que desplazarnos en dos vehículos.
Nada más que cerraron la puerta del albergue, fui a buscar unas bayetas con las que limpiar la mesa de la bodega y poder ir mirando encima de ella lo que allí había con tranquilidad y sobre todo sin ensuciarme tanto como lo había hecho el día anterior.
Cuando cogí todas las cosas que necesitaba, al salir al pasillo allí estaba otra vez la peregrina. En esta ocasión fue avanzando por donde lo había hecho el día anterior y en ningún momento se dio la vuelta ya que sabía que yo iba detrás de ella. La seguí media docena de metros por detrás hasta que se detuvo a la puerta de la bodega y se apartÓ a uno de los extremos de las cuadras.
Introduje la llave y abrí de nuevo la puerta, en esta ocasión no la cerré ya que no había nadie en el albergue. De esa forma esperaba que se fuera regenerando el aire viciado del interior.
Fui encendiendo las velas, no se si fue una sensación mía o era que me estaba acostumbrando a la oscuridad, el caso es que no percibí la oscuridad que había sentido el día anterior. Pase la bayeta húmeda sobre la mesa y fue absorbiendo toda la suciedad que se había acumulando sobre ella dejando negra la bayeta.
Me giré levemente y allí estaba de nuevo la peregrina, volvía a sonreírme como lo había hecho las últimas veces que la vi.
-¿Es esto lo que quieres que mire? – dije señalando a los legajos que había en el armario.
Pero ella no dejo de sonreír, aunque sus labios no se movieron y no articuló ningún sonido.
-No se porque te hablo – la dije – siempre me respondes lo mismo, o sea, nada. Bueno igual es porque así no me siento tan solo.
Fui sacando del armario todos los documentos que había guardados y los fui agrupando por lo que me parecía que podían contener. En uno de los montones iba poniendo todo lo que parecían documentos, contratos y títulos de propiedad. En otro fui dejando lo que parecía que eran registros de peregrinos que habían pasado por allí, pero me daba la impresión que se encontraban incompletos ya que había muchos años que faltaban a pesar de estar en el mismo bloque en el que habían sido cosidos, pero ya lo miraría con más calma. En otro de los montones fui poniendo lo que me parecían relaciones de cuentas de la gestión del albergue, se recogían donaciones e ingresos por aportaciones de particulares y la producción de las tierras que un día debieron mantener el albergue así como los gastos de las cosas que se iban adquiriendo.
El grupo más voluminoso era el que contenía las anotaciones de lo que me pareció ser una especie de diario de los acontecimientos que se habían producido en el albergue, ya que un primer vistazo me hizo observar que cualquier incidencia que había ocurrido y parecía importante estaba allí recogida.
Me gire hacia donde la peregrina se encontraba para que ella me confirmara si aquello que tenía encima de la mesa era lo que deseaba que mirara ya que me había conducido hasta allí por alguna razón que todavía no llegaba a comprender, pero de nuevo había desaparecido, aunque algo me decía que estaba presente pero no se hacía visible en aquel momento.
Mire los legaos y los documentos que llevaban algún tipo de sello que los hacían diferentes o estaban firmados por más de una persona y vi uno fechado en lo que me pareció el año mil quinientos y algo, no pude ver la fecha exacta ya que algunas partes estaban muy emborronadas y resultaban ilegibles.
Estaba escrita en castellano antiguo y aunque no pude comprender muchas palabras, por lo que fui leyendo me pareció entender que aquella casa y todos los bienes que poseía eran el fruto de una herencia que una viuda de cierto rango de la localidad los destinaba para que se habilitara un hospital para acoger a los peregrinos que se dirigían a Santiago. Las tierras que poseía eran suficientes para que bien administradas produjeran los recursos necesarios para que su voluntad se cumpliera durante mucho tiempo y no se dejara a ningún peregrino sin alojamiento y sin un plato caliente de comida.
Imaginé que lo que estaba buscando debía encontrarse en el último montón que había seleccionado que era a la vez el más voluminoso de todos, por lo que despejé la mesa apartando de ella los otros tres montones que los fui guardando de nuevo en el armario y fui poniendo los quince fajos cosidos de documentos extendiéndolos sobre la mesa.
Una vez que estaban todos a la vista, los fui ordenando por fechas. El primero databa del año 1.692 y la última anotación era del año 1.827. Más de ciento treinta años de la historia de aquel lugar. No comprendía como podían estar allí olvidados y menos aún, deteriorándose de la forma en la que lo estaba haciendo.
Cuando hube puesto en orden todos los fajos, me di cuenta que solo era una parte de la historia de esos años ya que había algunos lapsos muy importantes de tiempo en los que no se había recogido nada o faltaban entre los papeles que allí se encontraban.
Cogí dos legajos de papeles de los más antiguos y los guardé en la mochila, a partir de ahora podía ir llevándolos a mi cuarto y allí los miraría con más calma, me encontraría más cómodo y sobre todo tendría más iluminación y podría verlos mejor.
Dejé lo más ordenado que pude todo, solo en la mesa quedaron el resto de legajos para venir a recogerlos cuando hubiera revisado los que me llevaba, aunque antes de cerrar con llave la puerta volví de nuevo al interior y los cogí todos, aquel lugar no me resultaba muy agradable y cuantas menos veces bajara me imaginaba que sería mejor. Los guardaría todos en mi armario del cuarto, allí nadie miraba a excepción de mi compañero que también guardaba alguna cosa, pero con él no podía tener secretos ya que se había convertido en mi confidente y mi cómplice en esta aventura.
Cuando deje todo a buen recaudo, baje al patio y esperé allí la llegada de mis compañeros que debían estar a punto de llegar ya que faltaba menos de una hora para abrir el albergue y comenzar a recibir peregrinos.
Al llegar los hospitaleros y verme sentado a la mesa del patio con una botella de vino abierta y seis vasos en la mesa, se alegraron de verme, por lo menos mi compañero de cuarto que me sonrió de una forma especial, creo que un tanto picarona como si al verme hubiera tenido la presencia de una aparición ya que no resultaba habitual verme el aquel lugar.
Trataron de darme envidia contándome lo que me había perdido en el recorrido turístico que habían realizado ya que además de ver algunas cosas bonitas que había en la ciudad fueron visitando algunos bares tomando unos vinos y comiendo unos pinchos que según ellos cada uno estaba mucho mejor que el anterior.
Cuando me quedé a solas con mi compañero de cuarto, este se apresuró a prevenirme los comentarios que estaba habiendo en el grupo motivados por mis continuas ausencias.
-Les tienes a todos bastante mosqueados – me comentó.
-Bueno, no todos podemos ser iguales ni tener los mismos gustos – le dije.
-Pero no hacen más que acosarme para saber que es lo que haces cuando no te encuentras con nosotros – dijo él.
-¿Y tú que les has dicho?, porque estoy seguro que algo se te habrá ocurrido.
-No sabía que decirles y me he inventado que te estas viendo con una chica del pueblo y quieres pasar todas las horas libres con ella.
-Bueno, no es mala coartada, lo malo va a ser que alguno quiera conocerla, a ver si tú que te relacionas más con la gente del pueblo me vas presentando alguna moza por si acaso – le dije.
-No lo tomes a cachondeo –
Sentimientos Peregrinos
- Sentimientos Peregrinos – El abrazo del hospitalero
- Sentimientos Peregrinos – El colmo de la generosidad
- Sentimientos Peregrinos – El tiempo se detiene
- Sentimientos Peregrinos – En busca del milagro
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- Sentimientos Peregrinos – La pamela negra
- Sentimientos Peregrinos – La promesa incumplida
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- Sentimientos Peregrinos – Lo importante no es el final
- Sentimientos Peregrinos – Los espíritus del Camino
- Sentimientos Peregrinos – Mariposas mágicas
- Sentimientos Peregrinos – Perderse una sonrisa
- Sentimientos Peregrinos – Puro Egoísmo
- Sentimientos Peregrinos – Un compañero inesperado
- Sentimientos Peregrinos – Vagando por el Camino