Hablamos del canciones del Camino de Santiago como «guías cantadas del Camino«. Independientes de los cantos religiosos de la época medieval.
Desde la alta edad media, se fomentó la instrucción de los peregrinos para que aprendiesen la doctrina cristiana. Todo ello surge debido al influjo ejercido por la Abadía de Cluny. A lo largo del Camino el romero aprendía una serie de canciones que suplían a las guías escritas. Se elaboraban textos con ritmos y letras sencillas, repitiéndose de forma cíclica los estribillos y cadencias. Era la época de los trovadores y juglares que recorrían las ciudades. Por ello a nadie le puede extrañar que estos hablasen de hechos y lugares relacionados con el Camino.
Desde muy temprano, la Orden utilizó las canciones sencillas para enseñar el catecismo a los peregrinos. Pero también eran guías para el caminante. Aparte de describir paisajes y ciudades características, también había consejos útiles para una buena peregrinación.
Esta tradición de las canciones de los peregrinos viene testificada en numerosos textos de la época. Por ejemplo, el Códice Calixtino, el más conocido “Ultreia” y, siglos más tarde, Cervantes en el Quijote relata que varios peregrinos extranjeros pedían limosna mientras cantaban. También son de reseñar la publicación en Francia, a principios del siglo XVIII, de “Les Chansonos des Pérelins de Saint Jacques”.
Por lo general, estas canciones eran de carácter sencillo, con coplas y estribillos pegadizos estaban relatadas en los diferentes romances por los que transcurría el Camino.
Por ello nos encontramos con canciones en lenguas de lugares ribereños del Mediterráneo, centro y norte de Europa, francés,euskera, hasta castellano y gallego.