Silvia Carbini es italiana. A sus 52 años ha peregrinado tres veces a Santiago, dos en solitario y una con su hijo cuando éste tenía 10 años. Además, ha colaborado varias veces como voluntaria en la casa de acogida Franciscana en Santiago de Compostela. Hablamos con ella de las dos perspectivas con las que vive el Camino: la de quien peregrina y la de quien acoge al peregrino.
¿Qué es la casa de acogida franciscana en Santiago?
La casa de acogida franciscana en Santiago de Compostela es un lugar de paz y tranquilidad a 200 metros de la Catedral. Se encuentra en el Monasterio Franciscano. Paco Castro Miramontes, el fraile encargado de la casa, ha ideado este lugar para que los peregrinos puedan descansar y pensar en la experiencia que acaban de vivir. La casa a las 22:00 horas cierra sus puertas y se acaba el día con una Oración de la Paz en la capilla privada de los frailes. Ahí los peregrinos que acuden y los que se hospedan se unen. En definitiva, nos juntamos gente que llega de todos los lugares del mundo para rezar.
Puede que sean de todas o de ninguna religión, pero todos son hermanos peregrinos. Las puertas de la acogida se abren a las 16:00. Los caminantes llegan, preparan su cama, se duchan, meriendan y se relajan en el silencio del monasterio. También pueden pasear por el jardín, charlar, dormir, salir por las calles de la ciudad hasta el cierre. Participan de las misas de la Iglesia de San Francisco, van a las catequesis o meditan. Por otro lado, el lugar abre sus puertas solo los meses de julio y agosto.
¿Qué diferencia esta casa de un albergue?
Aparentemente es como un albergue, pero realmente es un hogar espiritual. Ahí la magia del Camino sigue aun cuando ya la mayoría ha acabado la peregrinación. Como digo, es un espacio muy sencillo, limpio y silencioso. Un rincón donde no llega la prisa, el ruido, las tiendas de recuerdos. Hay tiempo para charlar, reír, llorar y pensar en los miles de recuerdos que te llevas en la mochila.
¿Qué te aporta en tu vida ser voluntaria en la casa de acogida Franciscana en Santiago?
Ser voluntaria en este lugar me permite vivir miles de caminos gracias a las experiencias ajenas. En diferentes idiomas, todos aportan sus vivencias y emociones. Y yo las vivo todas, así como sus pensamientos, miedos, dolores, alegrías. Al llegar y acabar el Camino todos necesitan exteriorizar y comunicarse. Es un momento precioso, intenso, profundo. Se habla de verdad y de las cosas mas importantes de la vida. También gozo de la compañía de los hermanos franciscanos durante la comida, el único momento donde puedo reunirme con ellos. Con Fray Paco tengo mas oportunidad de poder hablar y siempre tenemos temas interesantes por profundizar. Medito. Rezo y participo en lo posible en las misas y catequesis. Este año he podido conocer y crear amistad con dos hermanas monjas, Cinzia y Sabrina, llegadas desde Italia.